AGRESORES


LA MUJER ES UN OBJETO QUE LE PERTENECE. Y cuando no acata su voluntad, cuando se le ocurre 'rebelarse', se siente humillado y recurre a la violencia. Ésta es la clave de la conducta del maltratador. Un hombre celoso, posesivo y controlador, que actúa como si tuviese una especie de derecho natural para degradar a su pareja.

Las palabras de uno de estos hombres, sometido a terapia lo confirman: «Ella no me hace caso y no puedo aguantar que tenga una opinión diferente a la mía». Por eso, cuando su mujer no se adapta a sus ideas, a él «se le va de las manos». Y responde con violencia.

La mayoría de estos hombres tienden a minimizar los efectos de su conducta, suelen recurrir a la mentira y no se reconocen como maltratadores. Los golpes que propinan a la mujer se transforman en una simple pelea cuando quien lo cuenta es el agresor. Los insultos y gritos, en comunes problemas de pareja. Tampoco son conscientes del daño que hacen. Simplemente ponen a sus mujeres «en el lugar que les corresponde»: siempre por debajo de ellos.

El complejo de inferioridad y la poca autoestima que suelen tener convierten cualquier opinión o conducta que no se ajuste a su punto de vista en una ofensa a su virilidad. Un sentimiento de humillación que quieren eludir a toda costa. Para ello, optan por el extremo contrario y buscan en las palizas a sus mujeres un poder que se les niega en la calle. Por eso no se resignan a perderlas. Las necesitan vitalmente para desahogarse. Y encuentran la excusa perfecta cuando a ellas se les ocurre llevarles la contraria. «Discutimos porque ella quería cambiar de trabajo, pero a mí me parece bien el que tiene. Después no sé que pasó, la golpeé y la dejé un ojo morado», cuenta un paciente.