TESTIMONIOS Y RELATOS

Nicole, 24 años
La violencia no es sólo física

Conocí una persona, nos gustamos e iniciamos un noviazgo. Salíamos al cine, a la playa, a cenar, a bailar y a compartir con la familia. Él era muy atento y cariñoso, siempre me llamaba. Cumplimos un año de relación y todo iba muy bien pero de repente se alejó sin darme explicación. Le pregunté si algo andaba mal, pero él no me dijo nada. Lo seguí buscando seis meses más. Agoté todas mis fuerzas y me resigné . Ahí vino lo duro. Me deprimí. Mi mamá me motivó a buscar ayuda profesional. Comencé a atenderme con las psicólogas y eso me ayudó mucho. Aprendí a no ser tan dependiente en las relaciones. También ví lo importante que es buscar ayuda profesional y dejar de lado el mito de que “los psicólogos son para gente loca”. Hoy me siento una persona diferente y estoy dispuesta a seguir hacia delante

Laura, 38 AÑOS
El silencio es cómplice de violencia
Mi caso es como el de muchas mujeres: una historia de amor que termina en violencia. Todo comenzó en el noviazgo dónde él me celaba, me prohibía juntarme con mis amigos y me aisló de mi familia. Yo interpretaba esto como señal de que me amaba mucho. Nos casamos y ahí la violencia llegó a lo físico. Yo seguía con él esperanzada en que iba a cambiar. Pero aunque los episodios violentos espaciaban ese cambio nunca llegó. Un día una sobrina me prestó el libro: “mujeres que aman demasiado” y me descubrí dentro de ese perfil. Busqué ayuda profesional pero sólo cuando fui atendida por especialistas en el tema de violencia pude superarlo. Mis hijos también participaron en la terapia. Hoy siento que lo superé. Soy una mujer libre. Vivo sin miedo. Pido a las mujeres que hablen pues el silencio es cómplice de la violencia.

Isabela, 54 años
A veces somos muy ingenuas
Lo conocí en la playa el 30 de noviembre de 1994 (2 días antes del cumpleaños de mi niña). Él me confesó su amor, escribió su nombre y el mío en una palmita. Iniciamos el noviazgo y me sentía feliz pues él era muy detallista . La primera señal me la dio una vez cuando me preguntó si yo podía ser su puta. Me indigné y dijo que era broma. Nos casamos en su país de origen, en Europa. A partir de ahí la historia cambió. Me hizo abandonar mis negocios, por lo que yo tenía que pedirle dinero para todo y él me humillaba cada vez que se lo pedía. Me hizo alejarme de mis hijos pues le molestaba que me visitaran. Me llamaba chopa y me decía que yo estaba engordando. El día que cumplimos cinco años de casados me votó de la casa y me dijo: “Ya tú estás pagada”. Busqué ayuda profesional y hoy soy una mujer nueva.